Piel Roja de Juan Gracia Armendáriz es un diario bien escrito y
con fragmentos inolvidables sobre la vivencia de una enfermedad. En concreto hay
una parte en la que el autor rememora, al enterarse del fallecimiento del
escritor Félix Romeo, que cuando le conoció en vida, al verle tan pálido
y displicente, le preguntó que dónde había aparcado el ovni. Y luego
deja caer, como de tapadillo, que la muerte de Romeo bien pudo
producirse por el abuso de alcohol y drogas. A continuación lamenta que
en la época actual morir de un infarto ya no sea privativo de gente más
mayor. Y no insiste en el tema, pero en seguida vienen a las mientes
los varios jóvenes y prometedores escritores españoles que en los
últimos años han muerto por infartos –y que según la insinuación de
Gracia, fueron debidos al exceso de cocaína y noches etílicas.
Gracia
es indiscreto y tal vez se mete donde nadie a inquirido su presencia.
Pero habla con el derecho de quien no ha elegido estar muriéndose. Tiene
que ser irritante que un cáncer te obligue a pasar por mil torturas
médicas e incapacitaciones múltiples, mientras que coetáneos más sanos
deciden seguir con el cansino papel de enfant terrible
poniéndose hasta las cejas de todo lo que destruye un cuerpo humano. No
cuidarse cuando se tiene salud, o peor, autoaniquilarse poco a poco,
siempre me ha parecido un insulto a los que nacieron con menos fortuna
genética. Gracia, faltando conscientemente a la cautela con un muerto,
parece estar conforme conmigo.


