
La mayor parte de las personas considera que esto de las creencias de una época no
va con ellos y se jacta de vivir en el "mundo real", de pasar de
teorías. Un ejemplo: imaginemos a uno de estos sujetos pragmáticos,
llamémosle Manolo, y lo visualizamos en el bar de su barrio de toda la
vida. Ante la sugerencia de que lea un estudio de sociología
contemporánea, Manolo, irritado, gritará que no es un cagalibros, que él
va a lo práctico (y como suele hacer en estos casos, dará golpes con
sus nudillos en la barra, hecha de un material muy sólido, para ilustrar
su posicionamiento). Pero esa misma tarde, al volver a casa, su mujer
le estará esperando con las maletas hechas. Le pide el divorcio porque
después de una charla con su profesor hindú de meditación, ha
descubierto que no se siente realizada como mujer. A Manolo la
sociedad postindustrial le ha estallado en la cara. Si se hubiera
informado un poco, tal vez habría visto venir que las creencias (en este caso en cuestiones de género y espirituales) han cambiado mucho en las últimas décadas, y que en
consecuencia su mujer ya no iba a seguir cocinando en casa.
En defensa de Manolo, muchos de los pensadores de
nuestro tiempo escriben con jerigonza académica incomprensible hasta
para lectores avezados. Pero otros no. El argentino Juan José Sebreli, por ejemplo, es un erudito que escribe con claridad.
No es tampoco como leer una novela de aventuras, ya que requerirá una
lectura atenta y preferiblemente con la wikipedia abierta para hacer
consultas, pero hasta Manolo puede, si se lo propone, leerlo.
Sebreli tiene un discurso propio. Ha publicado mucho en Argentina, desafortunadamente poco ha llegado aquí. La era del fútbol es, por ejemplo, el más bello y completo estudio sobre esta enfermedad social, pero únicamente podemos conseguirlo por internet. También Las aventuras de la vanguardia, sobre el arte del siglo XX, es tan recomendable como difícil de difícil de encontrar. Que circulen por las librerías españolas tenemos Comediantes y mártires, que es una crítica de los principales mitos argentinos, como Maradona o Evita, y es interesante desde luego; pero sobre todo destacan El asedio a la modernidad y El olvido de la razón. Ambos libros tiene continuidad. Tal vez podríamos decir que con Dios en el laberinto forman una trilogía.
El asedio a la modernidad es seguramente el mejor de todos y el que tendrá su lugar en la posteridad. Siempre desde la perspectiva latinoamericana, reivindica el pensamiento liberal, democrático y moderno. Con Jürgen Habermas defiende que la modernidad no ha sido un proyecto fallido que hay que superar, sino más bien un horizonte de libertad en el que hay que profundizar. Frente a los brujos postmodernos y neo románticos, tan buscadores de exotismos, el autor argentino pide que los países de habla hispana no sean excepcionales, que lo que no se tolera en Europa no hay por qué tolerarlo en casa.
Para Sebreli, con la Ilustración europea se inició un proceso emancipador que derivó en la modernidad, y como aquella encontró la oposición de los reaccionarios irracionalistas, ésta ha topado con los postmodernos, que con discursos igualmente irracionalistas pero envueltos en un aire más chic y parisino, torpedean los derechos humanos y supeditan lo individual y material a cuestiones lingüísticas. Y con la crítica pormenorizada de las ideas de los enemigos de la modernidad, que son muchos y desde muchos frentes, el autor hace un repaso de todo el panorama intelectual de los últimos cien años. El fondo de muchos de los temas de los que se habla en política diaria, en los parlamentos o en la prensa, o de las actitudes personales nuestras o de nuestros vecinos, aparecen desarrolladas en el libro, que además propone buenas argumentaciones para salir al paso en las charlas de café.
No hemos de ser tierras excéntricas para agradar a académicos políticamente desahuciados del norte.
El asedio a la modernidad es un libro didáctico e inteligente. Que lo disfrutes, Manolo.
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