Fernando Savater es claramente un ejemplo de esto. El socialdemócrata de manual de los años ochenta es ahora un extremista reaccionario según la clerigalla progre, que es la que domina la hegemonía cultural. El tema es que su pensamiento político ha evolucionado, pero no lo ha hecho lo suficiente como para detectar grandes rupturas en él. No es, desde luego, un caso como el de Jiménez Losantos o Pío Moa. De hecho, lleva cincuenta años diciendo básicamente lo mismo en cuestiones políticas: que los nacionalismos son malos, que el Estado no tendría que dirimir temas morales de la vida privada, que hay que poner a todo tipo de religión en cuarentena, que los derechos humanos son universales y que las culturas que se les oponen no merecen nuestra simpatía, etc.
26.4.25
El valor de educar, de Fernando Savater
19.4.25
No tendrás nada y (no) serás feliz, de Javier Benegas
6.4.25
Giorgio Agamben. Justicia Viva, de José Luis Villacañas
5.4.25
El mito del eterno retorno, de Mircea Eliade
Mircea Eliade (1907-1986) es uno de
esos autores que, más que poseer una obra intelectual al uso, lo que ofrecen
son auténticas cosmovisiones del mundo. Su monumental Historia de las
creencias y las ideas religiosas, y otros libros adyacentes, como el Tratado
de historia de las religiones o la Metodología de la Historia de las
Religiones, ameritarían horas de dedicación y estudio, pero las urgencias
de la vida reducen nuestras lecturas a las obras más breves, como las que
Alianza publica en bolsillo: Lo sagrado y lo profano, Herreros y
alquimistas, o El mito del eterno retorno.
El mito del eterno retorno, en concreto, no es un libro largo ni particularmente difícil, y puede leerse en las breves treguas que nos concede esta existencia pauperizada por las pantallas y el asfalto. Consta de cuatro partes, todas interesantes y todas dejándonos con ganas de más. Eliade menciona en el prólogo que quiso incluir el subtítulo “Una filosofía de la Historia” en la cabecera, pero que, por modestia, prefirió dejarlo como está.