28.11.21

Sexo y política, de Carlos Fernández Liria

Carlos Fernández Liria es profesor de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y ha sido una figura influyente en los debates intelectuales en España en las últimas décadas. Es uno de los referentes intelectuales del primer Podemos, y muchos de sus alumnos formaron parte de la dirección del partido morado. También ha participado activamente en la discusión pública sobre la memoria histórica y la interpretación del pasado reciente de España.

Liria como autor es prolífico y publica más o menos un libro por año. Acaba de aparecer Sexo y políticaEl significado del amor. Como los otros libros suyos que he leído, no es una obra genial de lectura imprescindible, pero tampoco se lee con indiferencia. Merece la pena.

21.11.21

Tiberio, historia de un resentimiento, de Gregorio Marañón

 
      
Solo sabemos portarnos con decencia frente al mundo cuando sabemos que nada se nos debe.
Sin mueca dolorida de acreedor frustrado.
Nicolás Gómez Dávila

El gran teórico del resentimiento en el siglo XX se supone que es Max Scheller. A mí este señor me parece un poco un filósofo de esos que han aupado desde la academia para evitar que se encumbren por sí mismos otros más valiosos. Su teoría es un poco floja y demasiado claramente construida para frenar al marxismo. De hecho yo no me atrevería a llamar resentimiento, como hace él, a lo que experimentan las víctimas de la explotación, o desde luego no la metería en el mismo saco que el mero resentimiento existencial del que habla Nietzsche. 

Un autor que tampoco ha aguantado bien el paso del tiempo es Gregorio Marañón. Sin embargo en su defensa podemos decir que su teoría del resentimiento está maravillosamente expuesta y sintetizada en apenas una docena de páginas en la introducción de Tiberio, historia de un resentimiento, una novela histórica que dejo para quien tenga afición a las mismas. 

14.11.21

Piel Roja, de Juan Gracia Armendáriz


Piel Roja de Juan Gracia Armendáriz es un diario bien escrito y con fragmentos inolvidables sobre la vivencia de una enfermedad. Hay una parte en la que Gracia rememora, al enterarse del fallecimiento del escritor Félix Romeo, que cuando le conoció en vida, al verle tan pálido y displicente, le preguntó que dónde había aparcado el ovni. Y luego deja caer, como de tapadillo, que el deceso de Romeo bien pudo producirse por el exceso de alcohol y drogas. A continuación lamenta que en la época actual morir de un infarto ya no sea privativo de gente más mayor. Y no insiste en el tema, pero en seguida vienen a las mientes los varios jóvenes y prometedores escritores españoles que en los últimos años han muerto por infartos –y que según la insinuación de Gracia, fueron debidos al exceso de cocaína y noches etílicas.
 
Gracia es indiscreto y tal vez se mete donde nadie a inquirido su presencia. Pero habla con el derecho de quien no ha elegido estar muriéndose. Tiene que ser irritante que un cáncer te obligue a pasar por mil torturas médicas e incapacitaciones múltiples, mientras que coetáneos más sanos deciden seguir con el cansino papel de enfant terrible poniéndose hasta las cejas de todo lo que destruye un cuerpo humano. No cuidarse cuando se tiene salud, o peor, autoaniquilarse poco a poco, siempre me ha parecido un insulto a los que nacieron con menos fortuna genética. Gracia, faltando conscientemente a la cautela con un muerto, parece estar conforme conmigo.
 

7.11.21

La ceremonia del porno, de Andrés Barba y Javier Montes


El pensador anarco-sufista Hakim Bey decía que la pornografía es capaz de cambiar vidas porque descubre los verdaderos deseos. Por supuesto la cita se las trae porque se puede contestar que no descubre deseos sino que los configura, por no mencionar que la idea liberadora que subyace en la propuesta también es discutible: el deseo no amplía nuestros horizontes, lo que hace es esclavizarnos y nos acaba arrastrando a ese estado tan célebre de “deseo sin objeto”, que no es más que otra manera de hablar de insatisfacción crónica.

Sin embargo algo hay de cierto en la proposición. La pornografía cambia nuestras vidas, nos habla de quién podemos ser y de la máscara que según Ortega todos llevamos y bajo la que “se retuerce nuestra personalidad erótica”. La pornografía nos interpela, nos descubre quiénes somos y nos hace más nosotros.