18.12.22

Políticas de la nueva carne

La joven editorial barcelonesa Holobionte es un remanso de futuro; su temática es la vanguardia y el posthumanismo. En su breve catálogo priman los libros que cartografían tendencias y anuncian cómo será el mañana. Les debemos las traducciones de algunos de los filósofos más influyentes de la actualidad, como Nick Land o Quentin Meillassoux. Se nota que eligen bien lo que publican: todos sus libros son importantes. Además, sus ediciones tienen una presentación inmejorable, con diseños excepcionales e icónicos. Como lanzan pocas obras al mercado y todas son buenas, les sigo con especial interés.

Políticas de la nueva carne. Perversiones filosóficas de David Cronenberg, de Jorge Fernández Gonzalo, es su última aportación. Y también su primer traspié.

Ya había varios estudios previos sobre el cineasta canadiense y el tema de la nueva carne, como los señalados en la bibliografía, y la verdad es que Políticas de la nueva carne no aporta nada nuevo a lo ya publicado. En cuanto a los análisis filosóficos, que según el autor pretenden seguir la estela del carismático Slavoj Žižek, aquí quedan reducidos a brochazos desganados y sin brillo, lejos del maestro referenciado.

Para quien no haya leído nada sobre Cronenberg ni ninguno de los textos de Žižek (o de cualquier filósofo de peso que hable de cine), esta lectura puede resultar nutritiva. Desde luego, está bien escrito y la portada es una pequeña obra de arte. Pero a quien tenga algo más de kilometraje, le sabrá a plato recalentado.

En la introducción y en un par de anexos finales se dice, de forma más o menos escueta, todo lo que se quiere expresar: David Cronenberg es el gran anunciador de la “nueva carne”, que, según se deduciría aquí, es una naciente relación del cuerpo con lo inorgánico, una fusión con la máquina, una sexualidad donde lo abyecto ha sido normalizado y ha trascendido la biología. El ser humano está en los albores de un nuevo salto evolutivo, ya sea por vía genética o tecnológica, y Cronenberg nos presenta los escenarios posibles.

Las veinte películas del cineasta corresponden cronológicamente a los veinte capítulos principales del libro, que se divide en dos partes según las dos supuestas etapas creativas de su filmografía: la teratológica y la perversa. La primera abordaría monstruosidades exteriores; la segunda, las interiores. El problema es que, como es lógico, no todas las películas tienen el mismo interés ni justifican un apartado propio, así que muchos capítulos son simples resúmenes de películas que luego no tienen relevancia en el conjunto. Se cierran con un par de frases interpretativas difusas y sin profundidad.

La mayor parte de las 164 páginas de Políticas de la nueva carne son, en esencia, sinopsis argumentales similares a las que encontramos en Wikipedia, salpicadas, eso sí, con las inevitables citas de Deleuze y Lacan para dar cierto empaque intelectual y hípster.

Aunque la verdad es que citar constantemente a estos autores se ha convertido en tal postureo cultureta que empieza a tener tintes paródicos.

(Por si alguien anda un poco despistado: Gilles Deleuze era un filósofo francés un tanto difícil de leer, muy apreciado en ambientes académicos, aunque ya empieza a volverse algo vintage. Y Jacques Lacan era un psicoanalista imposible de entender, aburridísimo, y que sin embargo sigue teniendo un toque chic esta temporada).

Lo particular de ambos pensadores es que son enrevesados y muy dados a enunciar conceptos epatantes. Sus escoliastas nos los presentan por ello como portadores de un saber arcano que solo unos pocos iniciados pueden transmitir. Nunca se nos explica el corpus teórico que pudieran tener, sino que se alude a él como a un saber oracular.

Por ejemplo, el capítulo sobre Videodrome (1983), que se supone que es la película más personal del director y la que merecería un análisis más exhaustivo, no llega a seis páginas, la mayoría de ellas ocupadas por el consabido resumen argumental. Enseguida aparece la protocolaria alusión a Deleuze—“devenir maquínico”—, pero sin explicar a qué se refería el filósofo ni en qué libro aparece el concepto. Esto nos lleva a pensar que Fernández Gonzalo no sabe explicar lo del “devenir maquínico” pero conoce la frase y la introduce para lucirse, o que “devenir maquínico” no es más que lo que sus palabras indican, convertirse en máquina, pero entonces la pregunta es: ¿para qué presentar una idea tan básica rimbombantemente respaldada como concepto deleuziano?

El capítulo, finalmente, queda sin desarrollar, como esperando un despertar de nuestra imaginación que lo complete. Pero claro, eso sería lírica, no divulgación.

Así que hay muchos otros libros que leer antes que este, que malbarata una idea prometedora, claramente por pereza de su autor. Esperamos que sea solo un paso en falso de los responsables de Holobionte, del que aprenderán para no repetirlo. Una editorial tan específica y sustentada en el prestigio no puede permitirse este tipo de artefactos defectuosos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mas alla de lo que pueda decir el libro,el unico quiza de todos los que citas que no voy a leer,de las dos pelis que he visto de Cr la de los rusos en londres"promesas del este" y la del reconvertido con familia "una historia de violencia" que me han fascinado por como va la espiral agresiva creciendo con su propia logica mas alla de los ejecutores y por el maravilloso papel de buenas que les da a las mujeres.En ellas bondad no es tonteria es vivir en otras prioridades parecidas a las mujeres de Dostoieski en el que me gustaria vivir,lejos de las vilentas locuras de los hombres,por eleccion claro no por ignorancia..
Tengo pendientes todas las demas pelis sobre todo "metodo imperfecto"